domingo, 19 de diciembre de 2010

La amante olvidada

Podría haber apurado el culo de mi vaso de whisky, pero no lo hice. Mi boca estaba seca y mi respiración aún agitada. No era ese brebaje de tonalidad ambarina lo que mi cuerpo me pedía, y mi mente tampoco. Me recosté y miré a mi izquierda. Su respiración ya era pausada y el sudor de su cuerpo se había evaporado. Se había dado la vuelta, mostrándome su hermosa espalda con algún lunar aquí y allá, y un interesante tatuaje que se unía con el brazo y cuyo significado desconocía. Me había parecido ver también alguno al final de vientre; no lo recordaba, demasiada mierda. Me levanté despacio para no perturbarla y fui a coger un refresco. Me lo bebí casi a trago y volví a la cama. De camino fui observando mi habitación: libros en cada uno de los estantes con alguna figura entre ellos, ropa por todos lados, folios por el suelo, quizás algún relato que había escrito, producto de mi infame imaginación, y en un rincón, mi guitarra. Sonreí al verla. Hacía tiempo que no la usaba, que no le hacía el amor, que mis largos dedos no la acariciaban. Me había olvidado de ella. La había cambiado por mis relatos, novelas y por sexo, pero allí estaba, dispuesta a que hiciera con ella lo que quisiera, como una buena amante. La cogí y me volví a la cama. La afiné. Me llevó menos tiempo del que pensaba, quizás no te he tenido tan abandonada, pensé, pero el tiempo me había parecido eterno. Acaricié su lomo color caoba como si acariciara la piel de una mujer, con delicadeza.

La chica a mi lado comenzó a desperezarse, y no sé si fue el movimiento de su pelo, el tatuaje de su hombro o su pecho desnudo, pero me hizo entonar una melancólica melodía. Mis dedos danzaban sobre mi Gibson acústica con una aparente armonía sobre las cuerdas, mientras producían tristes notas cuyo origen no podía vislumbrar. Miré por la ventana desde mi cama; estaba lloviendo. Las gotas resbalaban por el cristal, mientras todo en mi habitación me parecía gris. Noté una tierna mirada clavada en mí:
-Es un poco triste eso que estás tocando ¿no? –me dijo con la cabeza apoyada sobre su mano.

Me quedé pensando, mientras la guitarra y yo comenzábamos a ser uno. Me detuve un instante. Entonces lo supe:
-¿Y no es esto triste? –pregunté. Ella me miró contrariada. –Sí, esto, terminar de hacerlo.

En ese instante me besó, sonrió y se quedó a mi lado, deleitándose con la tristeza y a la vez la alegría de los momentos pasados.

4 comentarios:

  1. Es lo único que me atrae de la lluvia: el tono gris y amargo que otorga a los momentos; ese tono a veces tan necesario.

    Me he metido en la escena al 100%.

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  2. "Apoyada su cabeza de pelo despeinado sobre mi hombro notaba como se dejaba embriagar con la música, notaba como me miraba cuando cerraba los ojos y me fundía con la guitarra, y que sonreía con benevolencia ante la atención y la pasión que le robaba mi vieja amante. Tal vez asemejaba el discurrir de mis dedos entre las cuerdas con la agilidad demostrada entre las sábanas, pero yo sólo oía los ritmos. Su respiración, mi respiración, el goteo de la lluvia sobre la ventana y la invisible partitura que solo conseguía leer con los dedos y que sólo ellos sabían a donde me guiarían, y si conseguirían conmover mi corazón, si me arrancarían una triste lágrima o una suave sonrisa. No sabría decir cuanto tiempo se prolongó esta escena. Sólo puedo decir que la disfruté y que quedará para siempre grabada en memoria."

    Se me ocurre esa continuación. Me permito ese lujo con un poquito de miedo y sin animo de entrometerme en tu obra. Hago un pequeño alarde de la "proposición indecente" que me dijiste y que nunca se cumplió, jejeje. Si no te gusta lo borras.

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  3. Por cierto, me gusta mucho. (siempre se me olvida decir las cosas importantes ><)

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  4. ¿¡Eres tú, Ibañez!? Tienes que serlo: esa pose medio narcisita medio sarcástica es inconfundible. Madre mía, qué pequeña es la blogosfera. Yo me voy a ahorrar el decirte quien soy (por estos lares me llaman Ethos) a ver si lo adivinas.
    Vaya blog más cuco te has montado... Le echaré un vistazo de vez en cuando, a ver que tal se te da esto de escribir.
    ¡Un saludo, tío!

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