viernes, 17 de mayo de 2013

Vivir sin...


Los cambios, los tránsitos, las etapas que dejas atrás, las que están por venir, la vida en continuo movimiento, unas veces más brusca, otras más paulatina… todo, cuando pasa, te impera de sobremanera, además con crueldad, a tener que acostumbrarte a unas cosas y aprender a vivir sin otras.

Las efigies circulan por mi recuerdo de manera alborotada, pero con un poco de habilidad podría evocarlas, e incluso experimentar la misma sensación que cuando se produjeron en realidad. Esos momentos a los que me tengo que acostumbrar a evocar y a no vivir.

He de aprender a vivir sin vivirte,
He de aprender a vivir sin que me muerdas el labio
He de aprender a vivir sin sangrar por ti
He de aprender a vivir sin que me llames payaso
He de aprender a vivir sin verte tumbada a mi lado
He de aprender a vivir sin que me abraces por las noches
He de aprender a vivir sin que seas una tiquismiquis para las comidas
He de aprender a vivir sin tus toques por debajo de la mesa
He de aprender a vivir sin conducir una hora hasta tu casa
He de aprender a vivir sin que me mientas
He de aprender a vivir sin el número siete
He de aprender a vivir sin que me cosas la espalda a arañazos
He de aprender a vivir sin que me llames tonto de esa forma tan especial
He de aprender a vivir sin tus juegos, tus choques, tus tormentas, tus festines o tus danzas.
He de aprender a vivir sin tu perro
He de aprender a vivir sin tener dos familias
He de aprender a vivir sin que apagues el motor del coche
He de aprender a vivir sin tu risa ridícula
He de aprender a vivir sin tu mancha en el pecho
He de aprender a vivir sin crujir tu cama
He de aprender a vivir sin hablar de nosotros
He de aprender a vivir sin que llames bicho o rata a mi perro
He de aprender a vivir sin pisar tu aulario o tu facultad
He de aprender a vivir sin tus gemidos
He de aprender a vivir sin que me quites la ropa
He de aprender a vivir sin entrar a Abadía por ti
He de aprender a vivir sin hablar de Castiel o Rhaegar
He de aprender a vivir sin tu insomnio
He de aprender a vivir sin que contemos puntitos
He de aprender a vivir sin tus gruñidos antes de dormir
He de aprender a vivir sin tu olor
He de aprender a vivir sin que me roben la cartera
He de aprender a vivir sin lo sobrenatural (en todos los sentidos)
He de aprender a vivir sin una vida junto a ti
He de aprender a vivir sin tu adicción al tomate
He de aprender a vivir sin entrar a la fnac con los bolsillos vacíos y la cabeza llena de planes
He de aprender a vivir sin escuchar música mierda y partirnos de risa
He de aprender a vivir sin llorar por ti
He de aprender a vivir sin las hamburguesas de un euro
He de aprender a vivir sin tus idas de olla violentas, y tus “te mato”
He de aprender a vivir sin miedo a fallarte
He de aprender a vivir sin Closer
He de aprender a vivir sin jurar el cargo a tu lado
He de aprender a vivir sin hacer la maleta los domingos
He de aprender a vivir sin tu altura
He de aprender a vivir sin que te burles de mí
He de aprender a vivir sin tus manos
He de aprender a vivir sin tus ojos negros
He de aprender a vivir sin tu sonrisa
He de aprender a vivir sin ti...

domingo, 7 de abril de 2013

Bata amarilla


Era la enésima vez que experimentaba esa sensación en el mismo día.
Salió de la habitación, donde todo empezó, con los ojos anegados de lágrimas, sin saber si aquella sería la última vez que volvería a pisarla.
Se dirigió hacia la puerta, y allí se dio la vuelta. La miró como quien ve marcharse a una persona a la que puede que no vuelva a mirar de la misma manera. La despedida… una amalgama de sensaciones, sentimientos y de acciones contradictorias. Debía irse, pero sus pies no respondían, debía decir adiós, pero sus labios contenían un “me quedo para siempre”, y debía meter sus manos en los bolsillos y marcharse cabizbajo, pero sus brazos pugnaban por abrazarla y mirar aquellos ojos, que otrora lo miraran con deleite y ahora suplicaban clemencia.
La puerta se cerró con una sonrisa forzada, y él tomó las escaleras. En el último momento decidió, escalones más abajo, volver y coger el ascensor, y allí pensar durante un instante eterno las veces que lo había tomado a las tantas de la madrugada para volver a casa con la sensación de que volvería; siempre volvía.
El camino hacia el coche fue eterno, pero llegó sin apenas darse cuenta. Montó de manera automática, sin pensar en lo que hacía. Sonó el motor, y después esa canción, la primera, la que gracias a ella casi había aprendido. Aunque de verás, lo que más ansiaba era destrozarse el puño contra el reproductor de música.
Respiró hondo y sin más enfiló aquella redonda, aquella cuesta, giró a la derecha y pasó el puesto de churros.
“¿Habrá algún puesto de churros de camino a tu casa?” recordó casi abatido.
Ese stop que nunca respetaba esta vez lo hizo, porque no pensaba, porque no estaba. Cuando recobró la voluntariedad ya tomaba la autovía. En ese eterno espacio de tiempo aún estaba en aquella habitación mientras ella cogía su bata amarilla, esa con la que alguna vez había cubierto su desnudez. No recordaba haber salido del campus, no recordaba rotondas, semáforos ni otros coches. Antes le había pasado, pero la sensación y los recuerdos eran diferentes.
Metió quinta y aceleró. No quería llegar a ningún sitio, pero no podía evitarlo. Cuando se rascó la nariz, el aroma de aquella bata –y de la persona que la había llevado puesta– inundó sus sentidos, y todos, los cinco, se aunaron en una sola persona. Pisó a fondo, los coches se apartaban. Con los ojos emborronados y las manos apretadas, se sumergió en la oscuridad de la carretera, y nunca más se supo de él.
*** 

Dejó las maletas al entrar, y como si no hubiera estado dos semanas fuera, se dirigió a su habitación. Un calendario, una jarra, unos libros, un Jack de papel y una foto…
“No, ahora no, imbécil. No abras tu cartera…”
Tarde, porque vuelvo a mentirte diciendo que nunca sería tu trovador…
Se echó pesadamente en la cama, miró al techo y después a su lado:
“Y yo vuelvo a mentirte diciendo que no me muero por dormir contigo cada una de las noches que me quedan, viendo como antes de meterte en la cama te quitas esa horrible bata amarilla”.

In Flames-Come Clarity