domingo, 9 de agosto de 2015

Descuartizando un "te echo de menos"

Me desgarraría los labios si no pudiera besarte de nuevo.

Detendría mi corazón y drenaría mis arterias si mi pulso no fuera a tu compás.

Me arrancaría la piel si no pudieras volver a acariciarme nunca más.

Fundiría mis pupilas si todo me impidiera deleitarme de nuevo contigo.

Oprimiría mis pulmones y sellaría mi nariz si no pudiera volver a olerte y respirarte.

Cercenaría mis brazos si no pudieran de nuevo abrazarte.

Y mordería mis dedos hasta arrancarlos si no pudieran deslizarse por tu cuerpo.

Serraría mis pies si no se encontraran nunca más con los tuyos enredados bajo las sábanas.

Cortaría mi lengua si jamás volviera a bailar con la tuya, a saborearte o a recorrer tu piel.

También rompería mis dientes si no pudiera volver a morderte.

Taladraría mis oídos si no volviera a escucharte.

O apuñalaría mi estómago si no anidara las mariposas que se mueven por ti.

Pero por seguro, siendo mi último pensamiento, desconectaría mi cerebro si me prohibiera pensarte, imaginarte, soñarte…


Txetxu Altube-Skyline


viernes, 21 de febrero de 2014

Preocupaciones...

Una psicóloga en una de sus sesiones grupales levantó un vaso de agua para que todos lo vieran. Todo el mundo esperaba ya que de sus labios saliera la típica pregunta de "¿Medio lleno o medio vacío?". 
Pero en cambio, ella preguntó: "¿Cuánto pesa este vaso?"
Las respuestas de los presentes variaron entre 200 y 250 gramos.

Sin embargo, la psicóloga respondió: "El peso absoluto del vaso no es lo importante, en realidad depende del cuánto tiempo lo sostenga. Si lo sostengo un minuto, no habrá ningún problema. Si lo sostengo una hora, el brazo comenzará a dolerte. Si lo sostengo un día, se entumecerá y se paralizará. El peso del vaso no cambia, pero cuanto más tiempo lo sostengo, más pesado de vuelve". 
Y continuó diciendo: "Las preocupaciones son como el vaso de agua. Si piensas en ellas un rato, no pasará nada. Si piensas un poco más, empezarán a doler. Pero si piensas en ellas todo el día, acabarás sintiéndote paralizado, incapaz de hacer nada..."

El grupo asintió inconscientemente con la cabeza y ella añadió: "Así que, acordaos de soltar el vaso".

Slayers-Give a Reason

sábado, 8 de febrero de 2014

Movie speech (V) Lie to me...






"-Good chess players think five moves ahead.
-Great chess players think one move ahead. But it's the right move."
Lie To Me


"-Los buenos jugadores de ajedrez piensan en las cinco jugadas siguientes.
-Los grandes jugadores piensan una, y siempre es la ganadora."
Miénteme

viernes, 17 de mayo de 2013

Vivir sin...


Los cambios, los tránsitos, las etapas que dejas atrás, las que están por venir, la vida en continuo movimiento, unas veces más brusca, otras más paulatina… todo, cuando pasa, te impera de sobremanera, además con crueldad, a tener que acostumbrarte a unas cosas y aprender a vivir sin otras.

Las efigies circulan por mi recuerdo de manera alborotada, pero con un poco de habilidad podría evocarlas, e incluso experimentar la misma sensación que cuando se produjeron en realidad. Esos momentos a los que me tengo que acostumbrar a evocar y a no vivir.

He de aprender a vivir sin vivirte,
He de aprender a vivir sin que me muerdas el labio
He de aprender a vivir sin sangrar por ti
He de aprender a vivir sin que me llames payaso
He de aprender a vivir sin verte tumbada a mi lado
He de aprender a vivir sin que me abraces por las noches
He de aprender a vivir sin que seas una tiquismiquis para las comidas
He de aprender a vivir sin tus toques por debajo de la mesa
He de aprender a vivir sin conducir una hora hasta tu casa
He de aprender a vivir sin que me mientas
He de aprender a vivir sin el número siete
He de aprender a vivir sin que me cosas la espalda a arañazos
He de aprender a vivir sin que me llames tonto de esa forma tan especial
He de aprender a vivir sin tus juegos, tus choques, tus tormentas, tus festines o tus danzas.
He de aprender a vivir sin tu perro
He de aprender a vivir sin tener dos familias
He de aprender a vivir sin que apagues el motor del coche
He de aprender a vivir sin tu risa ridícula
He de aprender a vivir sin tu mancha en el pecho
He de aprender a vivir sin crujir tu cama
He de aprender a vivir sin hablar de nosotros
He de aprender a vivir sin que llames bicho o rata a mi perro
He de aprender a vivir sin pisar tu aulario o tu facultad
He de aprender a vivir sin tus gemidos
He de aprender a vivir sin que me quites la ropa
He de aprender a vivir sin entrar a Abadía por ti
He de aprender a vivir sin hablar de Castiel o Rhaegar
He de aprender a vivir sin tu insomnio
He de aprender a vivir sin que contemos puntitos
He de aprender a vivir sin tus gruñidos antes de dormir
He de aprender a vivir sin tu olor
He de aprender a vivir sin que me roben la cartera
He de aprender a vivir sin lo sobrenatural (en todos los sentidos)
He de aprender a vivir sin una vida junto a ti
He de aprender a vivir sin tu adicción al tomate
He de aprender a vivir sin entrar a la fnac con los bolsillos vacíos y la cabeza llena de planes
He de aprender a vivir sin escuchar música mierda y partirnos de risa
He de aprender a vivir sin llorar por ti
He de aprender a vivir sin las hamburguesas de un euro
He de aprender a vivir sin tus idas de olla violentas, y tus “te mato”
He de aprender a vivir sin miedo a fallarte
He de aprender a vivir sin Closer
He de aprender a vivir sin jurar el cargo a tu lado
He de aprender a vivir sin hacer la maleta los domingos
He de aprender a vivir sin tu altura
He de aprender a vivir sin que te burles de mí
He de aprender a vivir sin tus manos
He de aprender a vivir sin tus ojos negros
He de aprender a vivir sin tu sonrisa
He de aprender a vivir sin ti...

domingo, 7 de abril de 2013

Bata amarilla


Era la enésima vez que experimentaba esa sensación en el mismo día.
Salió de la habitación, donde todo empezó, con los ojos anegados de lágrimas, sin saber si aquella sería la última vez que volvería a pisarla.
Se dirigió hacia la puerta, y allí se dio la vuelta. La miró como quien ve marcharse a una persona a la que puede que no vuelva a mirar de la misma manera. La despedida… una amalgama de sensaciones, sentimientos y de acciones contradictorias. Debía irse, pero sus pies no respondían, debía decir adiós, pero sus labios contenían un “me quedo para siempre”, y debía meter sus manos en los bolsillos y marcharse cabizbajo, pero sus brazos pugnaban por abrazarla y mirar aquellos ojos, que otrora lo miraran con deleite y ahora suplicaban clemencia.
La puerta se cerró con una sonrisa forzada, y él tomó las escaleras. En el último momento decidió, escalones más abajo, volver y coger el ascensor, y allí pensar durante un instante eterno las veces que lo había tomado a las tantas de la madrugada para volver a casa con la sensación de que volvería; siempre volvía.
El camino hacia el coche fue eterno, pero llegó sin apenas darse cuenta. Montó de manera automática, sin pensar en lo que hacía. Sonó el motor, y después esa canción, la primera, la que gracias a ella casi había aprendido. Aunque de verás, lo que más ansiaba era destrozarse el puño contra el reproductor de música.
Respiró hondo y sin más enfiló aquella redonda, aquella cuesta, giró a la derecha y pasó el puesto de churros.
“¿Habrá algún puesto de churros de camino a tu casa?” recordó casi abatido.
Ese stop que nunca respetaba esta vez lo hizo, porque no pensaba, porque no estaba. Cuando recobró la voluntariedad ya tomaba la autovía. En ese eterno espacio de tiempo aún estaba en aquella habitación mientras ella cogía su bata amarilla, esa con la que alguna vez había cubierto su desnudez. No recordaba haber salido del campus, no recordaba rotondas, semáforos ni otros coches. Antes le había pasado, pero la sensación y los recuerdos eran diferentes.
Metió quinta y aceleró. No quería llegar a ningún sitio, pero no podía evitarlo. Cuando se rascó la nariz, el aroma de aquella bata –y de la persona que la había llevado puesta– inundó sus sentidos, y todos, los cinco, se aunaron en una sola persona. Pisó a fondo, los coches se apartaban. Con los ojos emborronados y las manos apretadas, se sumergió en la oscuridad de la carretera, y nunca más se supo de él.
*** 

Dejó las maletas al entrar, y como si no hubiera estado dos semanas fuera, se dirigió a su habitación. Un calendario, una jarra, unos libros, un Jack de papel y una foto…
“No, ahora no, imbécil. No abras tu cartera…”
Tarde, porque vuelvo a mentirte diciendo que nunca sería tu trovador…
Se echó pesadamente en la cama, miró al techo y después a su lado:
“Y yo vuelvo a mentirte diciendo que no me muero por dormir contigo cada una de las noches que me quedan, viendo como antes de meterte en la cama te quitas esa horrible bata amarilla”.

In Flames-Come Clarity

lunes, 11 de junio de 2012

Let me in

Dicen que es de débiles pedir disculpas. Bueno, yo creo que debe hacerse siempre que uno crea que alguien las merece.  Así que, antes de nada, mis disculpas. Sí, a mi querido blogger, por utilizar otro juego para ilustrar mis relatos.

 

Había revestido su alma con placas de acero y enclaustrado su corazón en una cámara de piedra. Había rodeado su cuerpo con dos gruesos muros y había apostado arqueros en sus almenas para disparar contra todo aquel que osara penetrar aquella inexpugnable fortaleza.

Pero si llegado el caso, si una mínima grieta se habría entre aquellas paredes, dentro esperaría una feroz y despiadada guarnición que repelería el ataque de aquellos que, sin un atisbo de maldad en sus actos, intentaran tomar aquel baluarte de los sinsentimiento.
[…]
-Descubre tu mano, maldita zorra.
-¿No prefieres hacerlo tú? Si gano aceptarás de una vez por todas que tus muros han caído –esto último no era una pregunta.

 El hombre afirmó con rotundidad, pues guardaba una jugada más que grandiosa. Pero la mujer habló antes de que él comenzara a desplegar sus cartas sobre la superficie de mármol negro.
- Venga, te concedo el honor de creerte vencedor durante unos instantes –sonrió mordiéndose el labio.

Por los ojos del hombre cruzó el reflejo de la duda, pero se mostró firme:
-Ahí lo tienes; escalera de color empezando por el As de picas –con una sonrisa triunfante.

La mujer se mostró algo impresionada y desplegó con desazón su mano: diez de corazones, jota de corazones, rey de corazones y as de corazones…
-Pero… -dijo el hombre –falta esa –señalando con una nerviosa mirada la carta que la mujer siempre había mantenido bocabajo desde el principio de la partida.

-¡Ah, sí! Qué despiste el mío –fingiendo bochorno.

Y sin observarla antes, le dio rápidamente la vuelta y la dejó en el hueco que había quedado entre la jota y el rey.

sábado, 12 de mayo de 2012

Noches de pub...

Sus miradas se cruzaron, sus cejas se alzaron y sus labios se curvaron en una sonrisa en el instante en que una idea perversa surcó sus mentes.
Dio un paso hacia ella y la puerta se cerró a sus espaldas impulsada por una mano femenina. Lo agarró por el pelo en el instante en que la condujo hasta una fría superficie nacarada. Allí no solo cayeron al suelo sus pertenencias, sino todo su recato, cautela  y sobriedad.
Desataron aquello que toda la noche había pugnado por salir, aquello que ahora no los hacía dueños de sus propios actos y que los hacía volar hacia lugares en los que nada ni nadie existía en derredor.
No les importaban las consecuencias de aquello y así lo hicieron ver.

El hombre era aprisionado en ese instante entre unas largas piernas que expresaban los deseos de su poseedora. Él la agarró por el pelo y echó hacia atrás su cabeza para dejar el cuello a su merced. De él manó un olor que transformaron la mirada del hombre, y sin pensarlo dos veces clavó allí sus dientes. La mujer se deshizo en ahogados gemidos mientras se mordía el labio y sus manos escribían, más que describían, un mapa de arañazos en la espalda del joven. El mundo no existía; los aseos del pub se habían oscurecido y los sonidos exteriores habían enmudecido a sus oídos.
Solo existían ellos. Sin preocupaciones, sin consecuencias que temer, sin nada que controlar…
Pero las consecuencias se materializaron de la manera más embarazosa posible. En ese instante, su danza se detuvo casi en seco cuando comprobaron que no estaban solos en la estancia.
Pugnaron por continuar con aquello, pero les fue casi imposible, a pesar de que la presencia, con más apuro y estupor que diversión, salió de allí con celeridad.
Los sorprendidos, absortos en lo que tenían delante, con la respiración entrecortada y algunas rojeces en el cuerpo, decidieron pues volver al mundo exterior, a la realidad, a emerger de sus cuerpos excitados y a afrontar sus actos.

Y una vez fuera, entre la aclamación popular, abandonaron aquel lugar con más pudor que osadía.