miércoles, 1 de febrero de 2012

Noches de invierno (I'm here again)

Aquí estoy otra vez, pensó en el momento en el que su espalda enfundada en cuero se apoyó sobre la fría pared de piedra.
Aquel era su rincón, al que tantas veces había recurrido para evadirse del mundo, aunque en ese lugar no pudiera sentirse más rodeado.
La iluminación instalada recientemente lo hacían menos atractivo a su juicio; podía pasar menos desapercibido y las sombras danzantes que se dibujaban en la pared de enfrente lo inquietaban.
Alzó la vista.
Ocho imponentes edificios circundaban aquella plaza. Sus incontables ventanas, algunas de las cuales permanecían encendidas y otras iban pereciendo conforme avanzaba la noche, escondían mil historias tras sus cristales. Las luces que se encendían y apagaban daban a Alastair la sensación de que eran los guiños que el edificio enviaba a los viandantes lo suficientemente observadores como para apreciarlos.
Vaya gilipollez, se dijo tras pensarlo un instante y cambiar de canción.

Aún recordaba el motivo por el que había acudido a aquel lugar por primera vez aquella noche de julio que se le antojaba tan sumamente cercana. Y no sabía si eran aquellos recuerdos encerrados entre aquellas piedras, aquellos árboles y aquellos columpios o la realidad de su más profundo ser, la que en ese momento hizo que emergiera de nuevo esa desazón en su interior.
Recordó entonces aquella carita en forma de corazón, de nariz pequeña y ojos oscuros. Hacía un par de meses que no sabía nada de ella. Pero lo cierto y triste era que Chloe era así de inconstante. No podías dar por hecho que su fidelidad y perseverancia fueran tuyas. Era libre, independiente e inmortal. Pero tenía el innegable don de aparecer cuando se la necesitaba. Alastair aún se preguntaba cómo lo hacía para aparecer sin ser llamada al lugar y en el momento en el que él pedía a gritos a alguien.
Fue entonces cuando imaginó qué le diría si lo viera allí de nuevo.

Entonces volvió a sonar aquella canción: “If I had to, i would put myself right beside you” y la pasó. Al levantar la cabeza, una figura menuda de pelo oscuro se dirigía hacia él. Su corazón comenzó a latir más apresuradamente, pero no era ella, y dobló la esquina sin mirar a Alastair, como si de parte del mobiliario urbano se tratara.
Había salido de casa con la vaga sensación de que esa noche no aparecería, pero ahora una voz en su interior lo confirmaba.
Con las manos heladas y el trasero entumecido se levantó y miró el reloj: llevaba más de hora y media allí sentado con la mirada más perdida que su mente; y eso era decir mucho.
Miró al cielo y vislumbró a duras penas aquellas estrellas cuya luz no era eclipsada por la notable contaminación lumínica de la ciudad, al mismo tiempo que sonaba: “…when darkness comes I'll light the night with stars, hear the whispers in the dark”.
La pasó de nuevo para que sonara: “I fell asleep last Saturday, underneath polluted skies I walked alone in those Jersey nights, and I saw the boardwalk start to fall…” 

Vete a la mierda, pensó mientras desconectaba el reproductor y deshacía sus pasos de vuelta a casa.
La ciudad estaba desierta; los barrenderos hacían su ronda de limpieza, los semáforos regulaban avenidas fantasma, las bocanadas de aire frío campaban a su anchas y ni siquiera los patos del río tenían ánimos para un chapuzón.
Nadie deambulaba por las calles.
Nadie excepto una figura menuda de piel clara, rostro en forma de corazón, ojos y pelo oscuros y un lunar bajo el labio. Tomó el sitio que Alastair había estado ocupando toda la noche en el instante en el que una lágrima descendió por su mejilla.
Algo no quiso que esa noche se encontraran. Y por suerte (o por desgracia) así fue, porque quizás todo en el futuro hubiera sucedido de forma distinta.

Nos creamos mil historias en la mente haciendo uso de lo que muchos llaman pensamiento contrafáctico. Inventamos y barajamos las posibilidades de algo que podría haber sucedido si… No sucederá y no merece la pena prestarle más atención o nos olvidaremos de lo que es mirar de frente. Porque, al fin y al cabo, vivimos, a la vez que experimentamos, en el ensayo de una obra que jamás se estrenará por triste que así suene.

2 comentarios:

  1. No veas si me he sentido identificada con esta entrada. Yo también he tenido una Chloe (versión masculina) en mi vida. Aunque ya no le espero, de vez en cuando, escuchando cierta música, me imagino que vuelve como si nada, como tantas veces ha hecho.

    Me ha encantado el último párrafo...

    Un besete!

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  2. Bueno me alegra saber esta vez dónde se localiza todo, jejeje.

    Bueno, sólo he de decirte que sí, los Y sí... son lo peor del mundo si te anclas en ellos, pero son peores si no paras de pensar en Y si... pasados, ya pasó, no hay nada que hacer. Los futuros abren posibilidades, posibilidades que tienes que barajar y que si te convencen tienes que llevar a cabo, porque, eso sí, olvídate de que pase si no haces nada para ello. Eso es algo que he aprendido. De todas las posiblilidades que guarda cada segundo, si no ejerces una dirección, cogerá cualquiera de las trescientas mil que hay y ya será mucha casualidad que coja la que tu quieres. Pero si la ejerces reduces las posibilidades a 2 o 3, y si sabes como hacerlo, incluso a una sola ;)

    Un beso fresquito del norte :)

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