martes, 12 de julio de 2011

Noches de verano

Todos los edificios que rodeaban el parque tenían ocho plantas excepto uno que era de siete. Los había contado varias veces intentando evadirse de lo que le rondaba por la mente. Pero no los contó lo suficiente, porque los pensamientos volvieron a él.
Estaba en un rincón del parque, con sus acostumbradas ropas oscuras de verano, una postura informal y la mente a kilómetros de distancia, intentando pasar desapercibido para los pocos transeúntes que a esa hora pasaban por allí. Pero no debió hacerlo demasiado bien, porque una figura menuda de piel clara se dirigió hacia él. El muchacho dio por hecho que pasaría de él, lo miraría de reojo al pasar por su lado y volvería la esquina sin recordar siquiera su rostro, pero no fue así. ¿Hola? dijo. El chico sonrió algo contrariado. ¿Puedo sentarme aquí? preguntó de nuevo la chica. Claro que puedes, pero no prometo ser agradable, le contestó el muchacho con semblante ausente. La chica dudó un instante. Tranquila, no estoy borracho, ni fumado ni soy un psicópata asesino, dijo de broma para tranquilizarla. Ella se sentó finalmente a su lado a metro y medio.
Permanecieron callados un buen rato, hasta que el chico reunió fuerzas para hablar: siento si suena mal y no es mi intención, pero ¿qué haces aquí? La chica lo miró algo ofendida, yo también podría preguntarte lo mismo, dijo, pero me da rabia que me respondan con otra pregunta, así que… vengo aquí casi todas las noches.
¿A pensar? Preguntó el muchacho sin saber por qué. ¿Tú has venido a eso? preguntó la chica, perdón, has preguntado primero, se disculpó, a veces sí, esta noche simplemente quería estar sola. El chico sonrió, pues parece que te he fastidiado la noche, lo siento. Te diría que me iría si me lo pidieras, pero te estaría mintiendo. No pienso moverme de aquí. La chica lo miró con el ceño fruncido, tampoco quiero que lo hagas.
El silencio de nuevo los envolvió, solo algún coche que pasaba por la gran vía cercana lo rompía.
¿Cómo te llamas? dijo al fin la chica. El muchacho pensativo finalmente respondió, Alastair, mirándola de reojo. Venga ya, ese no es tu verdadero nombre, se rio la muchacha mirándolo sin estar del todo segura. No, claro que no, pero es interesante que no sepamos nuestros nombres, sonriendo. Si tu lo dices… pues mi verdadero nombre es… iba a decírselo, pero él no quería saberlo. No me lo digas, Chisss! Invéntatelo, con premura. Jooo, vale pues… Chloe, dijo finalmente. Bueno, no es muy original, pero es bonito, sentenció el muchacho. No he tenido mucho tiempo de pensarlo, así que no te quejes, se mordió la lengua, bueno y ¿en qué piensas ahora? No sabía cómo decírselo, no sabía siquiera si decírselo, en corazones rotos y mal cosidos, contestó al fin y por primera vez la miró a los ojos. Eran negros y enormes, en una cara en forma de corazón con una pequeña nariz y unos labios carnosos y rosados. Tenía un lunar pequeñísimo bajo el labio y el pelo negro y recogido. Le pareció guapísima.  En ese instante lo miraba con cara de consternación. Te lo dije, no prometía ser agradable, dijo el chico volviéndose a la nada. No te preocupes, muchas veces necesitas que un desconocido te escuche para sentirte bien, y en mi caso me gusta escucharte, le puso una mano en el hombro. De nuevo el silencio.
No he podido dejar de fijarme, pero, ¿por qué tienes el móvil en la mano todo el rato? Si quieres decírmelo, claro, preguntó la chica cohibida.
¿Has escuchado una canción que dice? “You came on your own, and that's how you'll leave, with hope in your hands, and air to breathe…” dijo entonándola, bueno te traduzco, que mi pronunciación es un poco pésima; “por tu cuenta viniste y de ese modo te marcharás, con esperanza en tus manos y aire que respirar”. La chica se quedó sin saber qué decir. Eso es lo que tengo en las manos, la esperanza de una llamada que jamás llegará, le respondió el muchacho algo triste y resignado. ¿Quién sabe? Quizás llegue y entonces me tengas que dejar sola, dijo Chloe. Por un instante Alastair no sabía qué quería, así que hizo lo que peor sabía hacer y era aprovechar los momentos y disfrutarlos como si fueran únicos
Hablaron largo rato. Sobre lo perra que es la vida, sobre la muerte, sobre el verano, sobre la alegría, sobre la tristeza, sobre las relaciones, sobre el sexo y también sobre temas tan mundanos como el cielo nublado.
Era tarde, las ventanas de los edificios que los rodeaban estaban apagadas ya, y ambos no tenían o no querían decirse nada más. El chico le tendió la mano, ella se la estrechó y le dio un beso en los labios. Un beso dulce, sin compromiso, sin pasión, sin amor, un beso natural como la noche misma, como el rato que habían pasado, y sin saber si volverían a verse, se alejaron el uno del otro sin volver la vista atrás.

Snow Patrol-Chasing cars

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