viernes, 17 de septiembre de 2010

Esta historia es casi tan antigua como la humanidad. Desde que el hombre levantó la vista al cielo, anheló poseer todo cuanto le rodeaba, sin importar el precio que por ello tuviera que pagar. Y cuando descubrió que podía gobernar los mares se lanzó a la aventura. Los océanos se poblaron pues de valientes e intrépidos navegantes que no temían arriesgar sus vidas por una patria o una bandera.
Pero… esta historia no habla de gente noble ni honrada, habla de canallas que amaban el peligro, odiaban el trabajo y ambicionaban por encima de todo las riquezas que poseían los demás.

Enrólate en la peor tripulación jamás imaginada: Piratas, escoria, ron, aventura, magia, traición, ambición, envidia, mentira, lujuria, tesoros… La bandera negra está izada! Quedáis convocados.

¿La recompensa? Gloria, muerte o un puñado de monedas.



Los tambores sonaban en la plaza principal de los suburbios de la ciudad portuaria de Narving. El sol, que alumbraba sin piedad las cocorotas de la gente que se agolpaba de cara al patíbulo, estaba en lo más alto del cielo. Escasos eran los guardias que mantenían el orden en la plaza, unos ocho o diez. La multitud abucheaba y esperaba impaciente la llegada de los reos a los cuales esperaba la horca.
En el patíbulo, el verdugo ajustaba los lazos corredizos y probaba una y otra vez las trampillas.
El murmullo de la gente se hacía cada vez más intenso hasta que se convirtió en una amalgama de insultos, gritos e improperios contra tres figuras que aparecían por el extremo norte de la plaza custodiadas por cuatro guardias más.
Conforme los desdichados se iban acercando a su destino la multitud se calmaba a excepción de algún espontáneo. Mientras el verdugo se frotaba las manos profiriendo una sonrisa bajo su capucha, los prisioneros subían los últimos escalones que les separan de la horca. Su final era inminente: una caída breve y una parada en seco.

-Con el fin de mantener el orden y la jurisdicción en estas tierras –comenzó un guardia leyendo un pergamino en voz alta. –y por orden del Tribunal Superior de Justicia, quedan condenados a colgar del cuello hasta morir y con los siguientes cargos…

En ese momento el verdugo se acercó a Bellatrix (una de las condenadas), le ajustó la soga y comprobó que sus grilletes estaban bien ajustados (suena un clic casi imperceptible), lo mismo hizo con Baltus y Evelyn, los presos restantes.
Pronto comprobaron que sus manos a la espalda estaban libres de grilletes pero no las movieron.
-Bellatrix Blythe acusada de robo, tortura y asesinato, de injurias contra cargos del gobierno y de colaboración con la piratería. Culpable.

El verdugo se acercó a Bellatrix de nuevo y le dejó un pequeño bulto alargado y le susurra: “A mi señal dispara y haz todo lo posible para escapar con el otro hombre. Hay una tapa de alcantarilla accesible”
Se acercó a Baltus y le depositó un objeto esférico en la mano y también le susurró algo casi sin mover los labios bajo la capucha.
-Baltus Crow, acusado de atraco, saqueo de barcos mercantes y de intento de robo de un navío de la armada. Culpable.

La gente comienzó a impacientarse y a gritar. Evelyn notó un objeto alargado también: “A ver qué eres capaz de hacer con esto, vendrás conmigo a mi señal.”
-Evelyn Dark, acusada de...

El pasillo norte de la plaza se empiezó a alborotar y se oyeron gritos: “¡DETENEDLOS!”
Se escuchó el sonido metálico de una espada desenvainada y los reos sientieron que la soga ya no ejercía presión en su cuello. Sus manos estaban libres. Bellatrix tenía una pistola, Evelyn una daga y Baltus una granada de mano.
-¡Vale!-soltó el verdugo –“sólo” queda poner en práctica la más noble de las tradiciones piratas: ¡huir!

Así comenzaba hace algún tiempo una partida rolera sobre los seres más infames que poblaban los mares del Caribe. Pirates is coming soon!

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